Por Oscar Alvarez de la Cuadra
Cursaba el penúltimo semestre de mi carrera como Ingeniero Industrial y de Sistemas en el Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, cuando el encargado de la materia de Calidad nos asignó un libro cuyo título nos resultó en ese entonces un tanto exótico, ya que era una palabra en japonés. El libro era de un gurú de la calidad que hasta la fecha sigue activo en su labor de divulgación y consultoría, el Dr. Masaaki Imai y el término es Kaizen. 3 años después me encontraba estudiando en el Japón la misma disciplina que trata el libro y con ejemplos vivenciales en numerosas empresas japonesas, lo que me abrió los ojos ante una filosofía que después descubrí no sólo estaba presente en el contexto empresarial. Es la propia filosofía de vida del pueblo japonés y cuyo origen bien podría trazarse a aspectos que van más allá de doctrinas y herramientas de la calidad.
La palabra KAIZEN está compuesta de dos ideogramas chinos, Kai que significa cambio y Zen es transformación para bien. El término se maneja cotidianamente como equivalente a mejora continua, pero el Dr. Imai insiste en que va mucho más allá de eso ya que implica una enorme disciplina y compromiso. La interpretación correcta que se da es la mejora diaria, mejora por todos, y mejora en todas partes, tal y como se explica en sus libros y conferencias a las que después yo tuve el honor de asistir, donde pude conocer en persona al Dr. Imai y trabar amistad con él.
Sin embargo hace tiempo llegó a mis manos un libro escrito por el famoso autor canadiense Robin S. Sharma, “El Monje que Vendió su Ferrari” y me causó gran interés que dentro de la fábula explica el concepto de kaizen fuera del entorno empresarial y enfocado íntegramente a una persona. Bien rezaba el dicho de que la calidad no está en los productos que hace el hombre, sino en el hombre que hace los productos y kaizen bien puede ser el inicio de una transformación para bien que tenga lugar en el individuo y que lo oriente hacia un auto liderazgo cuyo eje principal sea la motivación constante de mejorar individualmente y cada día en sus habilidades, salud, hábitos,  convivencia diaria y hasta espiritualmente.
En palabras del autor “el éxito que se consiga afuera empieza en el éxito que se consiga en nuestro interior” mediante la aplicación diligente de la mejora continua en nuestras vidas. Nada lo explica mejor que el excelente documental Jiro Dreams of Sushi, sobre el octagenario dueño de Sukiyabashi Jiro, un sencillo restaurante de sushi ubicado en la estación Ginza del metro de la ciudad Tokio. Su férrea autodisciplina, autoliderazgo y el empoderamiento y trabajo arduo con su personal, llevó al establecimiento a ganar las ambicionadas 3 estrellas de la guía Michelin y ser un restaurante por el que un cliente puede pagar hasta $30 dólares por una pieza del mejor sushi y que para reservar un lugar, se debe reservar hasta con 2 meses de anticipación. Jiro menciona que todos los días se levanta insatisfecho pensando en que nunca va a llegar a la meta de perfeccionar sus habilidades en el arte de preparar sushi y que por ello y en forma tenaz todos los días se esfuerza en poderlo lograr. La esencia de kaizen entonces no se detiene con un logro, sino estos bien pueden ser faros en el camino que iluminan y trazan una ruta que nunca tendrá final y es la búsqueda incesante de la perfección, de eliminar la autocomplacencia y buscar cada uno la excelencia en lo que hacemos.

 

 

 

 

 

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