Por Oscar Alvarez de la Cuadra

Aún hay incertidumbre sobre el impacto global del fenómeno de la pandemia de Covid-19 que estamos viviendo, el cual se desenvuelve  gradualmente,  conforme pasamos  las cada vez más dramáticas e inexorables páginas de este episodio. Quedará  registrada en la historia como la primera gran pandemia del siglo XXI, más allá de lo que ocurrió con las del SARS y de H1N1, aunque quizá no tan seria en cuanto a pérdida de vidas humanas hasta ahora, como fue su más clara predecesora, la influenza española en 1918.

El impacto ha sido significativo en cada aspecto que va desde el económico,  político y social. Cada uno de nosotros, desde nuestras trincheras, responsabilidades y obligaciones propias, hemos sido afectados en nuestras vidas  en mayor o menor grado por el enemigo invisible, visto acrecentar el número de vidas humanas perdidas y detrás de esas frías estadísticas, hay una tragedia que ha tocado a miles más allá de los que ya fallecieron.

De los 3 grandes impactos, todos en su justa dimensión,  quizá el más acerbo sea el  político, por la ventaja que de éste se pretende obtener en forma mezquina. Dividida nuestra sociedad en México políticamente desde el avasallador resultado que legitimó el gobierno actual, se distinguen  dos bandos: los que respaldan las acciones y dichos de su gobierno y que quizá inocentemente minimizan la gravedad del evento y los que no lo hacen, quienes han preferido protegerse por su propia cuenta, desde individual como colectivamente y buscan con el “se los dije” incriminar al opositor  cuando los hechos legitimen su crítica hacia la inacción.

Por tanto la sociedad civil ha respondido de diversas maneras y  adoptado medidas de forma reactiva, algunas alineadas a las que se han instrumentado en naciones muy golpeadas por el virus y otras a lo que prescribe el Gobierno a través de la autoridad sanitaria. Como ejemplo, las grandes multinacionales, por  el alcance global de sus operaciones, han puesto en marcha sus planes de recuperación de desastres  y progresivamente empezaron a instrumentar acciones para proteger a su personal como cancelarles viajes de trabajo,  limitar reuniones, eventos y privilegian el trabajo a distancia en los puestos en que esto sea factible.  Al tiempo que el influjo de la pandemia se hace más notorio en nuestra otrora nimia cotidianidad,   nos hemos inundado de desplegados y comunicados  de las más importantes marcas, sobre como actuarán ante esta crisis y las acciones instrumentadas con su personal y clientes. La forma de convivir y  trabajar ha cambiado y hasta dentro de unos meses sabremos qué tanto aprendimos de esta debacle que aterra al no poder divisar aún su catastrófica magnitud .

Sin embargo la respuesta de los potenciales afectados  por la crisis no se ha dado al unísono, incluso algunos hasta  llegar a la quimera de una negación insistente de que la vida discurre como lo era antes. Algunas organizaciones, ya sea públicas o privadas aún arriesgan la salud de su personal y sus familias a exponerse al no mantener distanciamiento social, por la propia desconfianza de si realizarán sus tareas eficazmente en casa, contra estar bajo la supervisión presencial del jefe.   Nos indignan aquellas organizaciones como instituciones académicas, privadas o públicas,  que no han  privilegiado, después de salvaguardar a sus educandos, la seguridad de sus docentes y personal administrativo. Desprovistos  algunos de los medios para protegerse , de  su propio bolsillo adquieren artículos  esenciales como gel desinfectante de manos en sus espacios de trabajo.  Nos indigna ser testigos en plena emergencia sanitaria,  de la explotación de adultos mayores, totalmente vulnerables en trabajos ya sea como  empacadores en cadenas de supermercados, en trabajos de limpieza,  que los exponen al contagio y que en contra de lo que se aduce, no gozan de la protección que les merece tantos años de trabajo con una pensión digna y que mucho menos preocupa la seguridad de sus deudos  si esta exposición innecesaria por la necesidad haga peligrar su vida y con desenlace trágico . De esta nueva era de  hipocresía de desplegados reactivos de empresas, que declaran privilegiar la salud de sus clientes: como bancos, grandes cadenas comerciales, corporativos,  instituciones académicas, dependencias de gobierno  cuando la realidad el cuidado a  sus empleados, algunos de los cuales hasta una vida les han entregado a  su servicio,  poco resuena con sus pretenciosos mensajes.

Por años  varias organizaciones e individuos han abrazado la causa del desarrollo sostenible y en el siglo XXI esa afiliación tácita o explícita, voluntaria o involuntaria  con la responsabilidad social han sido determinantes, incluso para el valor de una marca ante la opinión pública.  Podría con esta pandemia, ser la oportunidad de mostrar con acciones concretas y congruentes, la responsabilidad social que han enarbolado muchas organizaciones, algunas de ellas sólo reducidas a  fines de una  frívola mercadotecnia. Como grupos de interés vigilaremos que  no  quede sólo expuesta en forma de distintivos, ni logotipos, ni mensajes enmarcados en llamativos  diseños gráficos  en páginas web y correos masivos, ni para buscar más likes y seguidores en sus redes, sino que su finalidad sea  llevada hasta sus últimos efectos, para develar públicamente a  aquellas organizaciones que si están comprometidas con la responsabilidad social, como  exhibir in fraganti a las que no lo están, más allá de un distintivo que ostenten falsamente y que en su mayoría privilegian lo económico,  en detrimento de la seguridad y bienestar de los grupos de interés a quienes deben rendir cuentas, entre estos a su personal a quienes se deben.

Imagen tomada de: https://www.livescience.com/new-coronavirus-compare-with-flu.html

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